viernes, 18 de febrero de 2011

Lazos de sangre


En sus primeros minutos, “Lazos de sangre” ("Winter's Bone") luce como una de tantas cintas independientes norteamericanas fascinadas por la disfuncionalidad familiar y la monstruosidad social. Esta vez en un medio rural y paupérrimo, el de los montañeses, “hillbillies”, tantas veces ridiculizados o satanizados por el cine, como en “Amarga pesadilla”, de Boorman, o en tantas cintas de horror anti-ecológico, sobre todo de los años setenta, con montañeses dando cuenta con el filo de una sierra de cadena de ingenuos excursionistas, devotos de la Era de Acuario y de los espacios naturales, refugios de una Utopía que se tiñe de rojo.

Pero, pronto, la directora Debra Granik nos conduce a otro terreno, más inasible, sinuoso, extraño y oscuro. Conforme Ree (Jennifer Lawrence) se adentra entre las tribus silenciosas y cómplices de personajes que ocultan el paradero de su padre, la película adquiere una cualidad casi onírica, irreal, de pesadilla. El viaje hacia el corazón del bosque es un recorrido de horror. Travesía de buena ley, ajena a los efectismos, truculencias y disfuerzos de ese otro itinerario femenino hacia la oscuridad que es “El cisne negro”.

El interés narrativo de “Lazos de sangre” se desplaza de la descripción de un mundo de miseria inédito para el cine hacia la subjetividad de la mirada de Ree, que culmina su travesía en una secuencia excepcional, la de la verdad confrontada en el lago. “Lazos de sangre” es un relato áspero, rugoso, como las texturas de los ambientes que vemos en esas montañas.
Desconozco el motivo exacto pero desde que vi “Lazos de sangre”, sus imágenes se asocian en mi recuerdo a las de “La noche del cazador”, de Laughton. Será acaso por la ambientación rural y la escenografía natural y primitiva, como de “finis terrae”, que comparten, pero con valencias y figuraciones opuestas: la poesía naïf de una frente a la acentuación macabra, reconcentrada y mórbida de la otra o, tal vez, porque ambas son cuentos crueles de chicos que se internan en un bosque donde extravían su inocencia.


Ricardo Bedoya