viernes, 18 de febrero de 2011

El gran concierto


La primera hora de proyección es agradable, sobre todo por un humor pintoresco y facilón que apunta a reírse de personajes estrafalarios definidos a partir del estereotipo étnico. Los actores están bien y se mantiene el ritmo de comedia con situaciones que se tornan cada vez más improbables y absurdas.


Pero los veinte minutos finales de la película, con la revelación de la verdadera identidad de la eximia violinista y el concierto en Châtelet, son un bochorno que mezcla la complacencia ternurista, el efecto de un guión controlado a distancia, la patada a la canilla de los afectos del público, la impudicia disfrazada con la música de Tchaikovski tocada a todo volumen para gratificación del espectador de un “filme de qualité” en el más viejo y apolillado sentido de esa palabra. Puro “Cinéma de papa”: sensiblería y triunfalismo de consigna sonando con altísimos decibeles.


Ricardo Bedoya

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Todo lo contrario. Los últimos veinte minutos son los mejores de la película. La filmación de la ejecución de los interpretes es extremadamente prolija y la narración está salpicada oportunamente, con el desparpajo utilizado en toda la cinta, de imágenes resolutivas y extremadamente graciosas. Lo más soso es la aparición de la violinista francesa.
Así es el cine. Difícil ponerse de acuerdo.

Tchaikowski

Antenor dijo...

El triunfalismo sentimental de la parte final del que hablas es pariente del El discurso del rey y El cine negro, para que todo el mundo vuelva a casa feliz sintiendo haber recibido un baño de alta y sublime cultura. El arte como tranquilizante del espíritu. Aronofsky será muy posmoderno pero también farsante titiritero mientras los responsables del concierto de tchaicowski y el rey tartamudo parecen señorones al pedo que lanzan sonrisas a todos y pretenden ganar un Oscar.

Anónimo dijo...

Hay un matiz, creo. El gran concierto es una película popular, en el mejor sentido de la palabra. En el discurso del rey hay un tufo moralizante. El cisne negro tiene una pretensión estetizante.