lunes, 21 de diciembre de 2009

Bustamante versus Cordero

En Cinencuentro (http://www.cinencuentro.com/2009/12/18/cine-peruano-2009-godard/#comments) se reproduce un artículo sobre el cine peruano de 2009 escrito por Claudio Cordero en la revista Godard! Inmediatamente, Emilio Bustamante le sale al frente.


Aquí está el artículo de Cordero:


"El año que termina fue contradictorio para el cine peruano. Mejoró respecto del 2008 –un escenario distinto hubiese sido aterrador-, pero sigue mirando con asombro la calidad alcanzada en 2006 con Madeinusa, Chicha tu madre y La prueba. De no ser por el fenómeno de La teta asustada, estrenada en marzo con gran éxito de público y crítica, este balance sería un epitafio. Bienvenida sea la Llosa-dependencia. Ahora podemos afirmar que La teta asustada ganó con toda justicia el Oso de Oro a la uruguaya Gigante, su más tenaz competidora en la Berlinale. Algunos dirán que los europeos cayeron redonditos ante el exotismo tercermundista; otros, que el infantilismo adornado con mutismo –es decir, Gigante- despierta menos entusiasmo al otro lado del Atlántico. Sea como fuera, Claudia Llosa enseñó a los peruanos cómo se siente jugar en las ligas mayores.


La Llosa-dependencia también salvó a Conacine (Consejo Nacional de Cinematografía) del absoluto desprestigio, algo que parece no quitarles el sueño a los promotores de las anecdóticas Cuando el cielo es azul, Django, Un cuerpo desnudo y Una sombra al frente, algunos de los fraudes financiados por este organismo en años anteriores. El crítico de cine no debería sentirse menos disgustado que el espectador común y corriente que este 2009 salió de El premio, Cu4tro y Tarata preguntándose qué diablos hace Conacine con los fondos del Estado. Por supuesto, nos alegra que los cineastas peruanos tengan trabajo, sobre todo si son jóvenes, pero los buenos deseos no pueden tapar el sol con un dedo. Esta vez hay que darle la razón a los espectadores que prefirieron despilfarrar su dinero en dos películas peruanas desvergonzadamente comerciales como Motor y Motivo y El Delfín, pero que no recibieron un centavo del gobierno. A veces, el pueblo sabe más que los expertos.


"El cine peruano está mejorando", el nuevo slogan de Conacine –lanzado en plena fiebre del Oso de Oro-, terminó estrellándose contra la realidad, especialmente cuando Tarata y Cu4tro tuvieron que ser expuestas al escrutinio público. La primera en estrenarse fue Tarata, el segundo largometraje de Fabrizio Aguilar, conocido aquí y en el extranjero por Paloma de Papel (2003), su modesta ópera prima sobre Sendero Luminoso y los niños de la sierra. Con Tarata, Aguilar reincide en el tema del terrorismo, esta vez tomando como pretexto el cruento atentado en la calle Tarata del barrio limeño de Miraflores, ocurrido en 1992 y que costó la vida a 25 personas. Pero Tarata no es una dramatización de los eventos a la manera de Torres Gemelas de Oliver Stone. Eso tiene un lado positivo: se respeta la memoria de las víctimas; y un lado negativo: la película busca desesperadamente un argumento.

Es interesante comparar Tarata con Cu4tro, dos películas aparentemente distintas pero con problemas comunes. Ambos son intentos de cineastas jóvenes por hacer un cine "serio" y "adulto". Los resultados son similares: la solemnidad se apodera de la escena y cualquier conducta deja de ser natural, el sentido común es largamente ignorado y podría especularse que Lima ha sido invadida por autómatas. Los actores de ambas cintas son intercambiables porque ensayan la misma mirada al vacío y un mohín de tristeza y sufrimiento que sólo es interrumpido por arrebatos histéricos –los gritos del personaje de Gisela Valcárcel en Tarata deben ser más traumáticos para su familia que el estruendo de las bombas- o por deseos sexuales incontenibles -Gisela Ponce de León y Miguel Iza se besan en la cocina y antes de que cante un gallo ya están haciendo el amor en Cu4tro-.


A diferencia de Fabrizio Aguilar, los realizadores de Cu4tro –cuatro directores para cuatro cortometrajes ensamblados para la ocasión- tomaron conciencia de algo muy elemental: hacer un largometraje implica un mayor grado de compromiso, tanto intelectual como emocionalmente. Por lo que es comprensible que hayan unido sus fuerzas para sacar adelante una empresa similar a Cuentos Inmorales (1978), la recordada película de episodios donde están los mejores trabajos de Francisco Lombardi y Augusto Tamayo, nuestros cineastas de más larga y discutible trayectoria. Por desgracia, la película sólo vino a confirmar nuestras sospechas: la generación de la antigua Ley del Cine (que funcionó hasta 1994) era más talentosa y preparada que la generación Conacine. La sensación que deja este trabajo es que el mejor espacio para presentar este repertorio de situaciones incómodas era la televisión pública o You Tube. La mortecina Cu4tro sólo cobra vida en la sentida actuación de Vanessa Saba – el capítulo Cuatro de Frank Pérez Garland- y en el retrato compasivo de una pareja de homosexuales –Uno de Sergio Barrio-. El resto deja mucho que desear.

Mención aparte para la que considero la peor película del año sin discriminar lugar de procedencia. Dicho honor está reservado para Máncora, una experiencia francamente miserable que tuvo la osadía de competir en el Festival de Sundance. Dirigida por Ricardo de Montreuil –el mismo de La mujer de mi hermano-, se trata de una coproducción peruano-española que intenta repetir la fórmula de Y tu mamá también: un viaje en carretera por escenarios turísticos y folklóricos, la estimulante presencia de una actriz española (Elsa Pataky) y las calenturas de dos latins lovers (Jason Day y Enrique Murciano). Cualquier posibilidad de diversión es arruinada por un guión errático y azaroso. Pero Máncora abre nuevas puertas al cinismo cuando intenta convertir a su protagonista en un rebelde sin causa, un mártir del sufrimiento que cita Los Heraldos Negros de César Vallejo porque no puede soportar tanto dolor existencial. Usted también querrá darle una paliza a este joven aburrido y sin virtudes.
Como ya comenté líneas más arriba, las únicas películas peruanas que "superaron las expectativas" fueron las "independientes" Motor y Motivo y El Delfín. Motor y Motivo es un musical hecho a mayor gloria del Grupo 5, el conjunto de cumbia más exitoso del momento. Su realización estuvo a cargo de Enrique Chimoy, y contó con la participación de comediantes y modelos de la farándula. Por su parte, El Delfín es el mejor y más costoso filme de animación hecho en el Perú aunque no tiene una sola pizca de originalidad. Ostenta un acabado técnico impecable y un mensaje edificante, cortesía del best seller de Sergio Bambarén. No es casualidad que ambas hayan sido las preferidas del público, aunque eso no sea sinónimo de calidad, desde luego, como ocurrió también el 2008 con el taquillazo de la patética Vidas paralelas, una cinta producida por la Universidad Alas Peruanas (propiedad de la Fuerza Aérea), que condenaba abiertamente a la Comisión de la Verdad y Reconciliación –que examinó la conducta de los militares contra el terrorismo entre 1980 y el 2000- por supuestamente procesar a héroes de guerra como violadores de derechos humanos. Lo más sensato con Motor y Motivo y El Delfín, es no tomárselas en serio.


¿Qué depara el 2010 para el cine peruano? Están pendientes los estrenos de Paraíso de Héctor Gálvez y Contracorriente de Javier Fuentes-León, dos ganadores de Conacine que ya fueron presentados en Venecia y San Sebastián, respectivamente, y con buenas críticas. También es inminente el arribo a la cartelera de Illary de Nilo Pereira, un nuevo drama sobre el terrorismo que fue presentado en el Festival de Lima y obtuvo las peores calificaciones de los críticos de godard! También deben estar listas las nuevas obras de Francisco Lombardi (Ella), Augusto Tamayo (La vigilia) y otros más. Habrá una ración estimable de cine peruano en 2010 pero se extraña la presencia de otras alternativas, películas independientes o marginales que sean el contrapeso al acartonado establishment, nuevas voces que estén más preocupadas en expresarse artísticamente que en competir con las majors. Me rehúso a creer que el sueño de todos los cineastas peruanos es estrenar sus pelìculas sólo en los multicines más fashion de Lima." (http://www.mabuse.cl/columna_semanal.php?id=86419)


Aquí está la respuesta de Emilio Bustamante, enviada como comentario a Cinencuentro:


1. Quiero comentar algunos párrafos del recuento de Claudio Cordero. El autor dice respecto a “Cu4tro” que es:


“una empresa similar a ‘Cuentos Inmorales’ (1978), la recordada película de episodios donde están los mejores trabajos de Francisco Lombardi y Augusto Tamayo, nuestros cineastas de más larga y discutible trayectoria. Por desgracia, la película sólo vino a confirmar nuestras sospechas: la generación de la antigua Ley del Cine (que funcionó hasta 1994) era más talentosa y preparada que la generación Conacine”.


Creo que la conclusión a la que llega Claudio es precipitada y el razonamiento inductivo empleado es falaz. Yo podría comparar a “La teta asustada” de Claudia Llosa y “Días de Santiago” de Josué Méndez con “Nunca más lo juro” de Roberto Bonilla y “La manzanita del diablo” de Federico García, y concluir que la generación de Conacine es infinitamente más talentosa que la de la antigua ley de cine. Razonamiento igualmente falaz. De otro lado, la antigua ley de cine (el decreto ley 19327) rigió hasta 1992, y no hasta 1994.

Dice Claudio, más adelante que:


“las únicas películas peruanas que ‘superaron las expectativas’ fueron las ‘independientes’ ‘Motor y Motivo’ y ‘El Delfín’”.


Habría que precisar qué expectativas fueron las que superaron esas películas. En el caso de “Motor y motivo”, tengo entendido que no superó las expectativas económicas de sus productores, ni las de entretenimiento del público, y mucho menos las artísticas de la crítica.


Ahora bien, pese a haber -según él- superado expectativas, el autor añade que:


“Lo más sensato con ‘Motor y Motivo’ y ‘El Delfín’, es no tomárselas en serio”.

Discrepo. Al contrario, hay que tomarlas en serio pues suponen una postura sobre el cine a realizar en el Perú. Implican una propuesta de cine comercial sin respaldo del Estado, como el mismo Claudio sugiere; y el empleo de convenciones narrativas y de lenguaje audiovisual con las que el público se encuentra familiarizado gracias al consumo de los productos de las majors.


Sin embargo, hay diferencias entre ellas. Mientras “El delfín” (con todas sus limitaciones artísticas y técnicas) busca dar al público un producto de calidad; “Motor y motivo” evidencia con su chapucería una censurable falta de respeto al espectador. De otro lado, a pesar de sus defectos, “Tarata” y “Cua4tro” son películas más arriesgadas, interesantes y respetuosas del espectador que “Motor y motivo”.


Respecto al 2010, Claudio dice que “habrá una ración estimable de cine peruano”, pero, añade:


“se extraña la presencia de otras alternativas, películas independientes o marginales que sean el contrapeso al acartonado establishment, nuevas voces que estén más preocupadas en expresarse artísticamente que en competir con las majors. Me rehúso a creer que el sueño de todos los cineastas peruanos es estrenar sus películas sólo en los multicines más fashion de Lima”.


Al respecto, sería pertinente recordar que hubo películas peruanas “independientes” y “marginales” exhibidas este año en salas alternativas (el cine club de la Universidad Cayetano Heredia y CAFAE), que Claudio no comenta en su recuento. En el cineclub de la Cayetano se pudo ver “Encierro” de Fernando Montenegro, que es de este año. Es más, uno de los programadores de la Cayetano es colaborador de Godard! (Mario Castro Cobos, quien además dirige el blog “La cinefilia no es patriota”, un espacio que promueve ese “otro” cine que Claudio extraña). Pueden sumarse algunos documentales como “Lucanamarca” de Carlos Cárdenas y Héctor Gálvez, “Requecho” de Humberto Saco, y los exhibidos por DocuPerú, incluyendo la última película hasta hoy de Juan Alejandro Ramírez (“Diario del fin”), y las nuevas cintas andinas, varias exhibidas también en Cafae, y algunas amazónicas (la comedia “El perro del hortelano”, por ejemplo, que se pudo ver en el festival “Amo Amazonía”). Además, están los cortometrajes participantes en Filmocorto, Fenaco y el concurso de Conacine (que tampoco considera Claudio en su balance); todos ellos exhibidos en diversas salas, en especial en La Noche de Barranco por iniciativa de “La noche de los cortos”. Y hay también proyectos de este tipo de filmes para el próximo año.


No; el sueño de todos los cineastas peruanos no es estrenar en los multicines fashion ni competir con las majors. Incluso, ni “Tarata” ni “Cu4tro” han pretendido competir con las majors en el sentido más estricto, pues ni la narrativa ni el estilo empleado por esos filmes son los que han estandarizado las grandes producciones norteamericanas. Eso sí, han competido con ellas en buscar y obtener (como lo obtuvieron) un lugar en la cartelera cinematográfica de su país; a lo que, obviamente, tienen derecho. Finalmente, así como el sueño de todos los cineastas peruanos no es estrenar en los multicines fashion, tampoco la labor de todos los críticos peruanos se reduce a comentar los estrenos nacionales en esos multicines."

2 comentarios:

Alberto Morantes dijo...

No olvidar que hace sólo un mes se exhibieron 4 largometrajes , 2 de ellos de este año, en la UTP, en una muestra de cine limeño. Asistí a casi todas la funciones y más allá de la cualidad técnica, eran realmente nuevas propuestas.

arturo ferrand dijo...

Es hacer punching ball con las películas peruanas y promoción a todas las extranjeras. Es una vieja historia