jueves, 11 de junio de 2009

El luchador


Apareció con ímpetu a comienzos de los 80. El actor Mickey Rourke lucía como una reedición, puesta al día, de los antihéroes de los cincuenta. Tal vez más cercano a James Dean que a Marlon Brando o Paul Newman, pero en ningún modo parecido a Montgomery Clift. Encarnó una virilidad seductora pero no imponente ni casi animal como la de Brando, carente de los atributos apolíneos de Newman y de la quebradiza y atribulada inseguridad de Clift.

Francis Coppola le dio a Mickey Rourke el aire legendario del "chico de la motocicleta" en "La ley de la calle" ("Rumble Fish", 1983). A ojos del personaje de Matt Dillon, su hermano menor en la película, Rourke era una presencia del pasado, fantasma de una época en la que los guerreros urbanos se enfrentaban en motos rugientes y no en la turbamulta de puños, patadas, cadenas y verduguillos, propias de pandillas pasadas de vueltas. Coppola exaltó la figura de Rourke, su aura de ángel caído, encarnación del espíritu libertario de épocas pasadas a pesar de que en el momento del rodaje no llegaba a los 30 años de edad.

Tres años después vino "9 semanas y media" (1986) y el chico de la motocicleta fue modelo de proezas amatorias filmadas con el estilo de la época: filtros de color, contraluces, difuminados, música de discoteca, imagen publicitaria. La estética fumígena y oleaginosa de Adrian Lyne, con luces filtradas entre persianas, cosméticos humos de hielo seco y cuerpos engrasados para resaltar fibras y músculos durante las escenas de sexo.

Entre esas dos películas, Rourke logró su mejor actuación: "El año del dragón" (1985), gran policial dirigido por Michael Cimino (hoy transformado en Elizabeth Cimino), uno de los más talentosos y "malditos" directores de la generación que debutó a fines de los años 70. Ahí, se enfrentaba a la mafia china y lo hacía con la obstinada desesperación de un personaje de Sam Peckinpah. Arrastrando los traumas de su pasado en Vietnam, el obsesivo personaje buscaba su presa, el pez gordo de la organización criminal, con un inflexible y casi suicida sentido del deber. Rourke ponía el gesto abotagado del mejor Robert Mitchum (el de los "filmes negros" de los años 40 y primeros 50) y una corporalidad neta, pesada, contundente, que anunciaba sus aventuras (o desventuras) en los rings.

Luego apareció en varias películas, siempre en vía libre hacia la destrucción de su imagen anterior. Fue Chinaski -el personaje de Bukowski- en "Barfly" (1987), y hasta Francisco de Asís en "Francesco", dirigido por la italiana Liliana Cavani.

"El luchador" documenta el estado del cuerpo y la presencia de Mickey Rourke veinte años después. La película se construye en torno a su figura; la historia se ajusta perfectamente a la trayectoria del actor; el personaje de Randy "the Ram" Robinson calza con la biografía de Rourke: su existencia es un purgatorio al que ingresó a inicios de los noventa y del que no puede salir. Sólo le queda ser testigo del paso del tiempo, del deterioro de la lucha libre, de la sustitución en el gusto de los jóvenes de los años 90 de su ídolo Axl Rose por Cobain, "que lo echó a perder todo".

"El luchador" pareciera haber invertido el proceso de selección de un actor para una película. Lo usual es que el personaje inventado por el guión sea encarnado en un proceso de "casting": se busca al intérprete de tal talla, medida, temperamento, talante y presencia para que represente al personaje preexistente. El luchador Randy "the Ram" Robinson, en cambio, parece modelado a partir de la presencia de Rourke y su pasado real. Tanto uno como el otro se preguntan por la clave para volver a persuadir al auditorio haciendo verosímil un cuerpo tasajeado y un rostro descompuesto. Y es que el luchador es como el actor: convierte lo falso en verdadero con una "performance" que busca ser convincente.

Por eso la cinta es, a su modo, un "documental" sobre Rourke haciendo de Robinson. Darren Aronofsky registra esa "performance" con un tratamiento que simula el de una crónica de seguimiento, cámara Súper16 milímetros al hombro, a un triunfador de otros tiempos que está a la caza de una segunda oportunidad, aunque sea mínima.

Los giros dramáticos de la historia (una enfermedad súbita, el intento de reconciliación con una hija, una frustrada ilusión amorosa) resultan previsibles y convencionales, pero eso no es lo importante. Lo que atrae en "El luchador" es su capacidad para observar la trastienda más o menos mugrosa de un espectáculo venido a menos; el clima invernal de los suburbios; la puesta en escena del cuerpo del luchador, con extensiones en el pelo e inflado con esteroides; el ambiente sórdido y la puerta falsa de un club de "lap-dance" y, sobre todo, las marcas del fracaso inscritas en un cuerpo magullado. Huellas de golpes fingidos que dañan de verdad.

Ricardo Bedoya

4 comentarios:

3dx dijo...

Gran película, incisivo diálogo...

Maldita sea, ya no hacen música
como la de antes.

- Los 80, la mejor música de la historia.
- Ya lo creo.

- Guns N’ Roses eran los mejores.
- Crüe.

- Sí.
- Def Lep.

- Y luego vino ese marica de Cobain y lo fastidió todo.

- ¿Qué tiene de malo querer divertirse?

- Te voy a decir una cosa: Odio los años 90.

- Los 90 fueron una jodida mierda.

Anónimo dijo...

Yo también lo ví ocmo un documental.....Cobain sucks

Anónimo dijo...

Vi la pelicula ... en DVD... xq no me kedaba otra en ese momento, me parecio recontra interesante... en especial en como muestran el mundo detras del ring ... y el final: ¿acaso podria haber otro mejor?, no el clasico final feliz, sino esa esencia de despedirse haciendo aquello q uno piensa es lo unico q sabe hacer bien, ya cuando se cree q se ha fallado en todo lo demas...

CesAR dijo...

El programa del dia Domingo 14 de Junio cuando hacen la introduccion al inicio del programa (Muestran Imagenes de la Pelicula Up) ponieron de fondo una cancion que por cierto la ando buscando desde hace ya varios años, me podrian decir cual es el titulo y quien la canta.
Muchas Gracias, Dios lo bengida y siguan los exitos
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